Iris Castro: Una vida sembrando valentía y cosechando aprendizajes y triunfos.
Por: Emilio Martin R.
(martincrib@rocketmail.com)
(martincrib@rocketmail.com)
Benevolente y con una personalidad sensata y
risueña, Iris Vanessa Castro Castro ha conseguido afianzar una estimable
carrera universitaria de seis años compaginada con una trayectoria de doce años
al servicio del Voleibol. A sus 24 años, se describe como un poco obcecada y demasiado
perfeccionista, a la vez muy independiente, pues gusta de encargarse y abastecerse
a sí misma y esencialmente muy disciplinada en todo lo que hace.
Originaria de Tres Ríos de La Unión de
Cartago, con 6 primaveras cumplidas su vida emigró a Ciudad Quesada cabecera
del emblemático cantón alajuelense de San Carlos, aquí comenzó su infancia
ingresando al jardín de niños y acabó su adolescencia, concluyendo la
secundaria a los 17 años. A esta misma edad volvió a movilizarse, esta vez
hacia la distinguida ciudad de San Pedro de Montes de Oca para comenzar sus
estudios de Ingeniería Agronómica en la Universidad de Costa Rica.
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“Había tiempos en que yo decía: “ya no
soporto más estar aquí me hace falta mami, me hace falta papi” y me iba para
allá dejando todo tirado.”
La familia Castro Castro es integrada
por cinco miembros, doña Ligia la mamá, don Rafael el papá, dos hijos mayores y
una hija menor. Iris está situada como la consentida favorita, pues es la menor
de la casa; cada vez que ella entra por la puerta, su llegada es sinónimo de una
fiesta de regocijo en toda la casa. Su primer hermano, 3 años mayor y el
segundo, 6 años mayor, la cuidan y consienten mucho; de su madre ni se diga,
ella es esa persona que siempre está pendiente de su pequeña niña, súper
comprensiva y súper cariñosa.
Si bien su amor platónico se vislumbra
con la Agronomía, al inicio de su carrera tenía planeado entrar a la Facultad
de Derecho, pero disintió esta opción al escuchar ciertos casos de estudiantes
desertores que le contaron cuestiones un tanto desalentadoras sobre la misma
vida en la carrera. Además, no le agradaba la idea de estar trabajando entre cuatro
paredes cinco días a la semana con una computadora sentada en un escritorio
haciendo informes escritos todo el tiempo.
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En la actualidad ella sostiene que se necesita mucho de la prevalencia de la labor de estas
personas para subsistencia cotidiana de la población y que los citadinos, sus
más fuertes consumidores, no comprenden esta trascendencia; por eso incursionar
cada vez más dentro de este ámbito, le refuerza la sensibilidad de valorar las
cosas de la vida; una de las reflexiones que más la impacta cuando colabora con
estas comunidades, que tanto aportan a la civilización y tan irrisorio valor se
le da a su profesión, que reciben menos de la cantidad invertida de su tiempo
de trabajo, y por si fuera poco caminan acompañados de un escaso apoyo por
parte del Estado.
Recientemente
visitó el río La Vaca ubicado en sector de Las Vegas de Caracol en el cantón de
Corredores de Puntarenas, para colaborar con la comunidad indígena de los Ngäbe
como parte de su Trabajo Comunal Universitario (TCU). En dicha actividad participó
como inspectora de las plantaciones de la zona e impartió talleres de
capacitación a los agricultores de la comunidad en materia de producción y
gestión de los procesos de cultivo.
“Esta
es otra realidad, es otro mundo, pero aportarles con lo mínimo es bastante grato.
No tengo palabras.”
Con una
resaltada trayectoria universitaria de seis años, Iris destaca el papel curso de tercer año de bachillerato:
Sistemas de Producción de Cultivos, en donde se pone a prueba todo el
conocimiento y destrezas adquiridas en la carrera para desarrollar un proyecto
de producción agrícola especializado. En su grupo de trabajo de cinco
compañeras y amigas, con las que ha compartido caminos y mantenido muchas vivencias
por largo tiempo, las experiencias de este curso como la paciencia, el coraje y
la alegría han resaltado a tal grado que
se traducen en los resultados vistos y en el aprendizaje adquirido, marcando
sus lazos de amistad con ellas más que en todos los procesos anteriores.
“Este es el primer curso que nos desafían
realmente, pues es la primera vez que puedo ver cuál es el quehacer oficial de
un agrónomo. En el proyecto trabajo con una de mis mejores amigas con quien he
pasado giras cargadas de muchos recuerdos donde siempre nos alentamos a seguir
por más.”
Para esta joven
deportista el paso por la UCR en estos años alberga un significado crecimiento
profesional y personal, al ser perseverante mientras cree y al vez lidia consigo
misma, es algo por lo que siempre va estar agradecida con la su Alma Máter ya
que la pone a prueba asiduamente en muchos ámbitos paralelos de la vida.
Si hay algo que destacar en la vida de
esta chica sancarleña es la figura de sus padres, quienes son personas increíblemente
luchadoras. Ellos al mudarse a San Carlos, comenzaron su vida “desde cero” y han
consolidado toda su trayectoria de 18 años sin derrumbarse por nada,
distinguiendo su labor como formadores en siempre atinar y nunca fallar en las enseñanzas
y consejos para sus tres hijos. Sus otras figuras significativas son sus
hermanos, casos ejemplares de la ruptura con el estigma popular que sin
estudios profesionales no se puede vivir bien, donde más bien su nivel laboral
ha ascendido a tal punto que se desempeñan como jefes de sus respectivos
departamentos.
A un año de finiquitar su carrera, obtener su grado de Bachillerato y luego su Licenciatura son dos de sus metas más anheladas, para ello se encuentra preparando todo lo requerido con miras de construir el “Proyecto Productivo”, proyecto final del último curso de Bachillerato. Estas metas primordiales, desea complementarlas con otra que tiene muy pendiente aún, concluir su etapa de atleta universitaria con una medalla de oro en Liga U.
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